Ante la grave situación y falta de recursos, desde hace décadas Marruecos tiene en marcha diversos planes de gestión del agua. Entre ellos se incluye la siembra de nubes, un programa que, aunque no es novedoso, Marruecos pretende potenciar para incrementar las precipitaciones.
En concreto, el gobierno de Marruecos está destinando desde 2023 cerca de 10 millones de euros para incentivar la siembra de nubes con el objetivo de generar lluvia de manera artificial y paliar de alguna manera la sequía estructural que afecta al estado.
Como parte del plan nacional para combatir la escasez de agua, Marruecos está desarrollando un total de 20 proyectos de siembra de nubes. El objetivo es aumentar las precipitaciones en áreas concretas del país hasta en un 15%.
Sin embargo, aún no se conoce con certeza el estado de estos 20 proyectos de siembra de nubes, y los objetivos marcados son solo estimaciones.
No obstante, hay que tener en cuenta que la siembra de nubes no es algo innovador, ya que se lleva practicando varias décadas con resultados diversos. Desde la década de 1980, Marruecos lleva investigando diferentes métodos para aumentar los suministros de agua mediante la modificación del clima, también conocida como geoingeniería climática.
Por otro lado, algunos expertos detallan que la siembra de nubes puede incrementar hasta en un 4% las precipitaciones y, en consecuencia, aumentar hasta un 20% los rendimientos agrícolas.
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La puesta en marcha de estos proyectos ha generado recelo en la región, especialmente en áreas cercanas como el sur de España y, de manera destacada, en Ceuta y Melilla.
Alterar el clima y la meteorología de manera artificial puede tener consecuencias impredecibles para toda la región. Por un lado, las lluvias abundantes en lugares donde la geografía y el entorno no están habituados a la lluvia pueden generar inundaciones y escorrentía, deteriorando y aumentando la erosión del suelo.
Además, la siembra de nubes puede alterar la humedad relativa de la atmósfera. Esta situación podría derivar en sequías en zonas inesperadas o intensas lluvias, debido a que las consecuencias de la geoingeniería climática son actualmente impredecibles.
De hecho, la alteración del clima puede provocar un incremento de los fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas, rayos, granizadas y hasta tornados, según apuntan algunos expertos.
Por último, debe considerarse el posible conflicto geopolítico que podría surgir entre los estados afectados, como España y Marruecos, debido a la alteración de las condiciones ambientales por la decisión de un solo país.
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Además, según un informe de la ONU publicado tras la Cumbre del Clima COP28 en 2023, la geoingeniería climática «podría desencadenar una serie de reacciones en cadena con riesgos significativos para los seres humanos, los océanos, las temperaturas globales y la biodiversidad».
«La ingeniería climática presenta riesgos, tanto en términos de su interacción con el clima como por su potencial para aumentar los riesgos existentes y generar otros nuevos. Antes de continuar con el desarrollo de estas nuevas tecnologías, es necesario comprender completamente cuáles son sus efectos y sus implicaciones éticas. Todo debate sobre ingeniería climática debe tener una dimensión ética y política simultánea, reflejando los intereses opuestos de diversas regiones y comunidades», detallaba Emma Ruttkamp-Bloem, presidenta de la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología de la UNESCO (COMEST).